El mostrador del bar, un lugar de encuentro e intercambio, un catalizador de conexiones humanas.
En una época lejana, un antiguo mostrador de bar respiraba aún la magia de los días pasados.
Fue en una subasta en Turín donde se ofreció una nueva oportunidad para esa pieza olvidada del pasado, una ocasión para devolverle la vida y hacerla brillar nuevamente
Así, el mostrador encontró su lugar en el corazón de este entorno, como una entidad viviente que se reveló indispensable para la fiesta de los 50 años de Gabriella.

Un objeto que, con su encanto intrínseco, supo unir a las personas y hacer resplandecer la pasión por la noche.
Estaba ahí, inmóvil pero pulsante de energía, listo para convertirse en el alma del momento. Amigos y familiares se reunieron alrededor de ese mostrador, compartiendo sonrisas, abrazos y historias.
Desde aquella fiesta, la amistad se entrelazó de manera indisoluble con ese mostrador.
No se fue más, porque había encontrado su hogar perfecto, su propósito al ofrecer un punto de encuentro para aquellos que aman la noche, la compañía y la música. Es un tributo a la fuerza que nace de los lazos humanos, a la magia de los momentos compartidos.