En el recuerdo de un tiempo pasado, se esconden las raíces de un alma errante, un vínculo profundo entre lugares y personas.
Las Riggiole de la cocina, que hoy admiramos con ojos curiosos, cruzaron los muros de una antigua casa de campo en Mercato San Severino, un lugar que en su día fue refugio y descanso para la familia.
Cada trazo, cada pincelada cuenta la historia de una familia que influyó en los destinos de una nación.

Estos tesoros de arte pertenecen a los herederos de un ilustre ministro, cuyo nombre resuena en las páginas de la historia.
Y quién sabe, tal vez sea solo una coincidencia que un pueblo lleve el nombre de Sant’Angelo, como si los ángeles estuvieran velando sobre este entrelazado de historias y recuerdos.
La antigua casa de campo, en otro tiempo animada por risas, momentos de relajación y la dulzura del retiro, sucumbió al paso del tiempo.
Pero las Riggiole, guardianas silenciosas de las emociones y las vivencias de una familia, fueron recuperadas, salvadas del olvido y hoy forman parte de la cocina.
Así, estas obras de arte nos transportan al pasado, a una época en que el retiro familiar era un ritual, que llevaba a las familias a trasladarse de residencia en residencia para supervisar las propiedades y las actividades agrícolas según las estaciones.
Entre villas y residencias, se percibe la gracia y la elegancia de la vida aristocrática, en la que el tiempo parecía fluir más suavemente.